viernes, 11 de abril de 2008

Adela

¡Coño pero que fastidio! fueron las primeras palabras del despertar de Adela aquel onceavo día de abril, Braulio la había despertado antes de las 08:00 nuevamente, ocho años de noviazgo eran de una eternidad que solo parecía proyectarse hacia el infinito.

Braulio en definitiva más que su novio era su marido, mantenían una relación casi incestuosa que se había iniciado desde la mediana infancia, mientras Petrica su mamá hacia las arepas y compartía los chismes con Inés, la mama de Braulio, en la vieja casona de Lagunetica, ellos jugaban a la casita, a la ere paralizada, a echarse cuentos de aparecidos y a asustarse cuando la neblina bajaba a golpe de seis. Braulio, un carajito de su misma edad desde los ocho años empezó a jugar al novio, llevando chucherías y corriendo por la casa hasta que las hormonas comenzaron su natural explosión.

Fue él quien estuvo presente el día que ella mancho por primera vez el pantaloncito blanco y desesperados sin saber que hacer lloraron juntos. Fue quien vio primero con sorpresa y luego con lujuria como sus pechos planos se transformaron en limones y luego en naranjas. Fue él quien lloró cuando ella le quito el habla cuando terminaron porque era un carajito sin desarrollarse. Fue él quien a los catorce empezó a celebrar meses cuando ella le dijo que lo aceptaba como novio. Fue él quien desgarró de golpe el virgo cuando Adela cumplió quince para después pasar un mes de agonía mientras a ella le venía la regla. Fue él quien poco a poco y con la complicidad abierta de Petrica, se quedó a dormir la primera noche, y luego la segunda y luego la tercera, para que a escondidas entre grillos y murmullos hacerle el amor como se lo habían contado sus amigos de la cuadra.

Fue Braulio quien desde muy pequeña la había hecho su mujer con el machismo torpe que aprendió de su papá, de su mamá y de la televisión. Adela le planchaba sus camisas del liceo, luego las del INCE, luego las de la fabrica cuando Braulio decidió dejar los estudios para trabajar de obrero en la fábrica de calcomanías de San Antonio de los Altos. Con Braulio celebró, bautizando con una botella de Vino Fresita los 325 metros cuadrados de terreno que le regaló Inés en el fondo de la casa para que construyeran su casita. Fue así como casi sin notarlo Adela pasó de niña a esposa, en una relación propia de telenovela pero en ocasiones asfixiante sobre todo cuando después del cuarto ron, Braulio se ponía posesivo o cuando le pedía que se quitara algún pantalón porque se veía muy provocativa. Una invitación de la prima Carmela, recién llegada del norte, a pasar unas noches en el apartamento de la tía en Puerto la Cruz fue el bálsamo que serviría para aliviar el peso de la rutina que le imponían los estudios en el colegio universitario y el jugar a la esposa de Braulio.

El permiso de los papas fue mil veces mas fácil que el de Braulio; que nada de andar rumbeando; que tu prima es una loca, que cuidado con el mar, que cuidado con lo que haces, que te voy a llamar todos los días, todo un teatro que llegó a su punto más alto cuando la acompaño a la estación del autobús y ella se despidió con un beso volado... Quizás el ultimo de amor puro y virginal

1 comentario:

Jeanfreddy Gutiérrez dijo...

Genial! genial... gracias por tu voto, yo te doy el mío para que publiques tu libro.