miércoles, 19 de marzo de 2008

La Noche de Carmela y Adela

La Noche de Carmela y Adela

Las mejores vivencias de la vida despuntan tímidamente al alba, eso fue justamente lo que sucedió esa mañana de sábado, un café y dos empanadas fueron el combustible inicial de esa jornada, que nunca imagine recordaría tantos años después. Un amanecer en Maturín es tan inocente que casi da pena despertarlo con malos pensamientos y ciertamente un alma como la mía se conduele de esa situación y hasta se hace cómplice de de esa inocencia que se pierde poco a poco conforme el calor aumenta.

El triste despertar de los días libres, es para lo que estamos acostumbrados a regir nuestras vidas entre agendas algo así como un oasis para los sedientos, es decir, pasas la mayor parte del tiempo pendiente de ellos pero cuando llegas no sabes que hacer, es entonces cuando puedes fácilmente perder 6 horas mirando TV, o peor aun día y medio intentando hacer de mecánico, plomero, ebanista etc.

Y fue así , una simple mañana de sábado, que poco a poco se convertía en mediodía que intenté emprender una cruzada contra lo que suponía era un inexplicable ruido en el caucho delantero izquierdo de mi coupé 98. En un principio parecía muy simple; desmonto, limpio, engraso y ensamblo. Claro está, para los que pensamos que tenemos todas las explicaciones al mundo que nos rodea, lo que parecía de una sencillez extrema se fue transformando en la explicación del porque existen comunidades enteras de seres humanos que basan su sustento en las labores de mecánica.

Ese apacible e inocente sábado se fue transformando entonces en un monstruo donde entre deseos y maldiciones , aprendizajes y errores se fue conformando ese sentimiento que horas más tarde calmaron con su inocencia Carmela y Adela. Mientras la luz del sol envejecía, se burlaba cada vez mas de mi, de mi percepción tan lógica y a veces absurda de todo lo que gira a mi alrededor, debo hacer mención que esa fue una observación que años más tarde me hiciera Eloísa pero en ese momento, ni siquiera la conocía.

Pude contar entonces 63 latas de cerveza, nunca supe cuantas realmente me había tomado, de esa orgia cervecera producto de la combinación entre trabajo y calor, dudo que alguno de los que hacemos parte lleguemos a llevar realmente la cuenta, quizás unas cuantas pasaron por boca del mecánico, probablemente compartiéramos algunas con otro borracho callejero, quizás algunas fueron exclusivamente nuestras... eso como otras cosas de la vida, es un misterio que nunca resolveremos.

La sonrisa maliciosa del atardecer combinada con un amargo sabor a día perdido se combinaron a eso de las 5 de la tarde, con ese sabor en los labios y una rabia intensa tomé la decisión que si bien no cambiaría mi vida, seguramente serían los sueños ocultos por muchos años de una familia, o quizás dos...o tres.