sábado, 6 de septiembre de 2008

Strawberry Fields

El beso dulce de la madrugada hecho mar nos acaricio a los tres, reímos como locos, como no lo hacíamos desde que éramos niños, es extraño, pero parecía que nos conocíamos desde hace siglos, fue muy fácil entendernos los unos a los otros, hablar de política, de la ultima telenovela, de la revista Cosmopolitan, de Viasa, de la Sayona, de la Llorona, de ovnis, de los Estados Unidos, conspirar juntos, imaginar utopías, hacer miles de revoluciones y reinventarlas.

La luna fue nuestra guía, nos acompaño cuando decidimos hacer la fogata para protegernos del frio que nos provocaba la brisa que soplaba de barlovento sobre nuestros cuerpos empapados de agua salada; fue seguramente esa misma luna la que dispuso que un viejo tronco hueco, probablemente arrojado allí por el paso de un huracán, estuviera seco y presto para cobijar y servir de combustible a nuestro fuego.

Fue en ese fuego donde pude ver los ojos de Adela con el reflejo del vaivén de las llamas en sus ojos . Fue en ese fuego donde contemplé las suaves caderas de Carmela contonearse al ritmo del “Oh Que será de Chico Buarque & Milton Nascimento”, fue en ese fuego donde sentí por primera vez el cuerpo de Adela Buscando refugio, escapando del miedo, de la frustración y de ella misma. Fue en ese fuego donde sentí los labios de Carmela tratando de encontrar en un desconocido un poco del lejano Vieux Quebec. Fue en ese fuego donde Adela se olvido de Braulio. Fue en ese fuego donde juntas se olvidaron de mí, de quien era, de quienes eran ellas. Fue en ese fuego donde mandamos al carajo los valores morales que nos inculcaron nuestros padres desde el nacimiento. Fue en ese fuego donde llegamos a lo más profundo de nosotros hasta llegar al borde del túnel de luz que describen quienes han escapado de los brazos de la muerte. Fue en ese fuego donde…Fuimos Uno.

El pregón de una niña vendiendo sus empanadas fue el que me regresó a la realidad; estaba solo, no había rastros de Carmela ni de Adela, solo el viejo tronco hueco respirando humo y brasa, casi podía jurar que fue una alucinación hasta que vi la huella de un beso en la esquina derecha del parabrisas acompañado de once números escrito con lápiz labial.