El viento le golpeaba el alma mas adentro que sus propias penas, las nubes grises que cubrían la playa parecían haberle ocultado el sol solo para el, poco mas alla, en la orilla un grupo de niños jugaba a dejarse atrapar por las olas, Evaristo los miró con nostalgia, sentía el alma muerta, arrastrando el peso de los que solo esperan que el corazón les deje de latir, varias veces había intentado dejarse ahogar, pero cuando el peso de las culpas comenzaban a hundirle en las entrañas del Mar Caribe, una fuerza como de poseído se le amarraba al cuerpo y nadaba como un deseperado hasta la orilla, solo para echarse a llorar como un niño huérfano de mundo, huérfano de vida.
Se sabia solo, de nada valian ya las largas noches de calistenia, paciencia, viagra cuento y empuje con alguna de las carajitas que se dejaban llenar las entrañas de esperma marchita, solo para ganarse el derecho a un techo y un plato de comida habian dejado de satisfacerle del todo, ya no era lo mismo, ahora eran solo simples trofeos que mostraba a los viejos amigos, los que no se habian muerto o a los que ya no les importaba perdidos en el laberinto del alzheimer.
Se sentia vacio de rabia, se sentia sin excusas para culpar a nadie mas de sus actos, el y sólo el era quien debia cargar el peso de sus culpas, esa cruz que por años dejo en otros hombros, solo para limpiar lo que en el fondo el sabia era la verdad, tratando de esquivarla, escondiendosele en los rincones y quizas se habria hasta muerto toreando a su vida misma si el viejo Santana no le hubiese llevado al botiquin de La Estrella esa maldita tarde.
La primera impresión de Evaristo es que ya había estado en ese bar, sintió que las paredes intentaban decirle algo, pero ya era lo bastante viejo para hacerle caso a todo lo que se le venia a la mente, desde muy chiquito dejó de creer en diós y a lo largo de toda su vida habia librado mil batallas que le habian levantado una coraza que lo hacia practicamente blindado contra todo, se sabia viejo, eso estaba claro, 75 años son mas que suficientes para dejar de ser un carajito, pero todavía podía montar a una hembra, todavia podia recordar a casi todos sus amigos, al menos a los que aun tenian carne sobre los huesos, y casi podía ver completo un juego de beisbol si este era lo suficientemente interesante, simplemente con la piel curtida por el trofeo de los años, se podia decir que Evaristo le habia ganado a la vida.
Casi como un ciego caminando por una vereda conocida, adivinó que su puesto estaba en una mesa en la esquinita del fondo, escondido entre el tabaco y las putas, vió llegar al viejo Santana, mas agitado que de costumbre, venia con un muchacho, que tambien le parecio familiar, sonrió para sus adentros, Santana ya se habia puesto igual de viejo.
La llegada de Santana coincidió con la de las cervezas, frias, a punto de nieve, con velo de novia listas para ser desnudadas, el Viejo Santana apenas recuperaba el aliento y lejos de contar lo que tenia que decir se dejó que los pensamientos se tropezaran con las palabras y solo se le escucho murmurar – Evaristo... Te presento a un amigo.
Casi como por arte de magia, la musica y las voces del botiquin de la Estrella se ahogaron y se hizo el silencio absoluto, mientras Evaristo se ponia de pie vió que una puta desdentada en la esquina se reia a carcajadas mientras el Joven recíen llegado estrechaba su mano con la mano vieja y se presentaba con su nombre que sonó como un eco que provenia a su vez de la boca del viejo y casi al unisono se les escuchó decir...Mucho gusto. Evaristo Aguirre
Evaristo sintió que se le helaba la sangre, subitamente comprendió todo, reconocio en el joven Evaristo los rasgos de su misma sangre, la vida se había encargado de regresarle al mismo sitio donde 50 años antes un amigo comun le habia presentado a su padre.
El joven Evaristo, aun sorprendido frente al viejo del que alguna vez había escuchado hablar, logro secarse una lagrima que empezaba a bajar por su mejilla y alcanzó a decir – Abuelo...Te Perdono
Por fin se habia cerrado el circulo, el perdon puso fin a esa vieja maldición, parida de encuentros y desencuentros, de abandonos y de olvidos, al viejo Evaristo de una sola pedrada le habían quebrado toda las corazas y le habian devuelto todas sus culpas, las que durante años puso en las espaldas de otros, las que se nego a compartir y mientras el viejo se fundía con el joven en un abrazo con el cuerpo y con el alma la vieja puta desdentada de la esquina...seguia riendo.
miércoles, 18 de agosto de 2010
jueves, 11 de febrero de 2010
El Perdon
Carmela nunca me perdonará tanto olvido, prometo encontrarme con ella en el mismo bar, a la misma hora a mojar recuerdos e imaginar futuros...
viernes, 27 de marzo de 2009
Braulio
Sobresaltado, con el corazón latiendo a mil revoluciones por minuto, empapado en sudor acababa de abandonar una terrible pesadilla, se había visto así mismo amarrado a un viejo tronco, mientras unas personas bailaban y cantaban a su alrededor, no podía moverse, no podía correr, había prácticamente sentido cuando una de las bailarinas, metía su mano dentro, muy dentro de su pecho y sin matarle retiraba lentamente su corazón y este ante sus ojos se iba quemando mientras aun latía.
Pensó en Adela y su primer instinto fue intentar llamarla, sin embargo al ver la hora se detuvo, eran las 03:20 am y esas llamada la enfurecería mucho más de lo que se había puesto esa mañana, se prometió dejar esos locos arranques de celos, faltaban apenas cuatro días para que Adela regresara de su viaje, y se había asegurado de hacer llamadas a horas y números “estratégicos” para asegurarse que estaba o en la casa o durmiendo.
Trato de volverse a dormir pero el constante sudor se lo impedía, no espero mas, torpemente se puso el jean, los zapatos y la camisa y se marchó a su cama. Un débil movimiento del cuerpo que dormía a su lado le indicó que su partida sería aceptada como ya se había vuelto costumbre
Pensó en Adela y su primer instinto fue intentar llamarla, sin embargo al ver la hora se detuvo, eran las 03:20 am y esas llamada la enfurecería mucho más de lo que se había puesto esa mañana, se prometió dejar esos locos arranques de celos, faltaban apenas cuatro días para que Adela regresara de su viaje, y se había asegurado de hacer llamadas a horas y números “estratégicos” para asegurarse que estaba o en la casa o durmiendo.
Trato de volverse a dormir pero el constante sudor se lo impedía, no espero mas, torpemente se puso el jean, los zapatos y la camisa y se marchó a su cama. Un débil movimiento del cuerpo que dormía a su lado le indicó que su partida sería aceptada como ya se había vuelto costumbre
sábado, 6 de septiembre de 2008
Strawberry Fields
El beso dulce de la madrugada hecho mar nos acaricio a los tres, reímos como locos, como no lo hacíamos desde que éramos niños, es extraño, pero parecía que nos conocíamos desde hace siglos, fue muy fácil entendernos los unos a los otros, hablar de política, de la ultima telenovela, de la revista Cosmopolitan, de Viasa, de la Sayona, de la Llorona, de ovnis, de los Estados Unidos, conspirar juntos, imaginar utopías, hacer miles de revoluciones y reinventarlas.
La luna fue nuestra guía, nos acompaño cuando decidimos hacer la fogata para protegernos del frio que nos provocaba la brisa que soplaba de barlovento sobre nuestros cuerpos empapados de agua salada; fue seguramente esa misma luna la que dispuso que un viejo tronco hueco, probablemente arrojado allí por el paso de un huracán, estuviera seco y presto para cobijar y servir de combustible a nuestro fuego.
Fue en ese fuego donde pude ver los ojos de Adela con el reflejo del vaivén de las llamas en sus ojos . Fue en ese fuego donde contemplé las suaves caderas de Carmela contonearse al ritmo del “Oh Que será de Chico Buarque & Milton Nascimento”, fue en ese fuego donde sentí por primera vez el cuerpo de Adela Buscando refugio, escapando del miedo, de la frustración y de ella misma. Fue en ese fuego donde sentí los labios de Carmela tratando de encontrar en un desconocido un poco del lejano Vieux Quebec. Fue en ese fuego donde Adela se olvido de Braulio. Fue en ese fuego donde juntas se olvidaron de mí, de quien era, de quienes eran ellas. Fue en ese fuego donde mandamos al carajo los valores morales que nos inculcaron nuestros padres desde el nacimiento. Fue en ese fuego donde llegamos a lo más profundo de nosotros hasta llegar al borde del túnel de luz que describen quienes han escapado de los brazos de la muerte. Fue en ese fuego donde…Fuimos Uno.
El pregón de una niña vendiendo sus empanadas fue el que me regresó a la realidad; estaba solo, no había rastros de Carmela ni de Adela, solo el viejo tronco hueco respirando humo y brasa, casi podía jurar que fue una alucinación hasta que vi la huella de un beso en la esquina derecha del parabrisas acompañado de once números escrito con lápiz labial.
La luna fue nuestra guía, nos acompaño cuando decidimos hacer la fogata para protegernos del frio que nos provocaba la brisa que soplaba de barlovento sobre nuestros cuerpos empapados de agua salada; fue seguramente esa misma luna la que dispuso que un viejo tronco hueco, probablemente arrojado allí por el paso de un huracán, estuviera seco y presto para cobijar y servir de combustible a nuestro fuego.
Fue en ese fuego donde pude ver los ojos de Adela con el reflejo del vaivén de las llamas en sus ojos . Fue en ese fuego donde contemplé las suaves caderas de Carmela contonearse al ritmo del “Oh Que será de Chico Buarque & Milton Nascimento”, fue en ese fuego donde sentí por primera vez el cuerpo de Adela Buscando refugio, escapando del miedo, de la frustración y de ella misma. Fue en ese fuego donde sentí los labios de Carmela tratando de encontrar en un desconocido un poco del lejano Vieux Quebec. Fue en ese fuego donde Adela se olvido de Braulio. Fue en ese fuego donde juntas se olvidaron de mí, de quien era, de quienes eran ellas. Fue en ese fuego donde mandamos al carajo los valores morales que nos inculcaron nuestros padres desde el nacimiento. Fue en ese fuego donde llegamos a lo más profundo de nosotros hasta llegar al borde del túnel de luz que describen quienes han escapado de los brazos de la muerte. Fue en ese fuego donde…Fuimos Uno.
El pregón de una niña vendiendo sus empanadas fue el que me regresó a la realidad; estaba solo, no había rastros de Carmela ni de Adela, solo el viejo tronco hueco respirando humo y brasa, casi podía jurar que fue una alucinación hasta que vi la huella de un beso en la esquina derecha del parabrisas acompañado de once números escrito con lápiz labial.
sábado, 23 de agosto de 2008
Carmela
El repique constante del celular se metió en su mente sacándola lentamente de un tupido bosque de robles en algún punto geográfico de lo que debía ser Connecticut, interrumpiendo la incomprensible trama de un plácido sueño.
Ducharse con agua helada era una costumbre heredada a su madre, especialmente los sábados por la mañana, le gustaba la sensación de sus senos endureciéndose bajo la regadera, sin embargo; la presencia de Carmela le anticipaba que sus sensuales rutinas higiénicas sabatinas no podrían concluirse como acostumbraba. Así, entre la tentación y la cortesía se decidió por la ultima y enrollando una toalla sobre sus pechos salió a preparar el café, al salir del baño aun Adela respondía a las insistentes preguntas de Braulio.
El camino a la playa se hizo muy corto, probablemente producto de la mezcla entre las inocentes historias de la vida “matrimonial” de Adela y las impresionantes vistas del mar Caribe besándose con las montañas e islas de Mochima.
Adela habló, cantó, recordó, lloró, declamó, en una especie de monologo así como si tuviera veinte años sin hablar presa en lo más alto de una torre. ¡Quizás asimismo hablo Rapunzel después de que la rescataron! rió para sus adentros Carmela, que veía como el encanto y la camaradería con su prima iba a terminar en convertirse nuevamente en una terapia matrimonial.
-¡ Marica, tu lo que necesitas es pegarle un buen par de cachos a ese marido tuyo! Recordó decir al girar a la derecha rumbo a Rio Caribe, esperando encontrar un buen restaurante antes de que el whisky desencadenara su letal efecto. ..Era Tarde para eso.
Al llegar, Carmela saltó del carro, sentía una muy especial atracción a la vieja Puy Puy. Estaba convencida que una vida había sido tortuga y volvió a las orillas de esa playa por 253 años seguidos, unas veces a desovar, otras a mirar solo por diversión, de esa vida nació su afán voyeurista viendo a sus congéneres reproducirse por mas de cuatro generaciones, allí era donde sentía que había nacido y hasta en más de una ocasión pensó en ir a morir allí, trasladando el significado del México Lindo y Querido por si no te vuelvo a ver, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí…
Era en esa playa que pensaba cuando caminaba rumbo al café de la Rue Sainte Anne en Quebec antes de entregársele a Sebastien, su inocente y puro amor del frio norte de las riveras del Saint Laurent.
Ducharse con agua helada era una costumbre heredada a su madre, especialmente los sábados por la mañana, le gustaba la sensación de sus senos endureciéndose bajo la regadera, sin embargo; la presencia de Carmela le anticipaba que sus sensuales rutinas higiénicas sabatinas no podrían concluirse como acostumbraba. Así, entre la tentación y la cortesía se decidió por la ultima y enrollando una toalla sobre sus pechos salió a preparar el café, al salir del baño aun Adela respondía a las insistentes preguntas de Braulio.
El camino a la playa se hizo muy corto, probablemente producto de la mezcla entre las inocentes historias de la vida “matrimonial” de Adela y las impresionantes vistas del mar Caribe besándose con las montañas e islas de Mochima.
Adela habló, cantó, recordó, lloró, declamó, en una especie de monologo así como si tuviera veinte años sin hablar presa en lo más alto de una torre. ¡Quizás asimismo hablo Rapunzel después de que la rescataron! rió para sus adentros Carmela, que veía como el encanto y la camaradería con su prima iba a terminar en convertirse nuevamente en una terapia matrimonial.
-¡ Marica, tu lo que necesitas es pegarle un buen par de cachos a ese marido tuyo! Recordó decir al girar a la derecha rumbo a Rio Caribe, esperando encontrar un buen restaurante antes de que el whisky desencadenara su letal efecto. ..Era Tarde para eso.
Al llegar, Carmela saltó del carro, sentía una muy especial atracción a la vieja Puy Puy. Estaba convencida que una vida había sido tortuga y volvió a las orillas de esa playa por 253 años seguidos, unas veces a desovar, otras a mirar solo por diversión, de esa vida nació su afán voyeurista viendo a sus congéneres reproducirse por mas de cuatro generaciones, allí era donde sentía que había nacido y hasta en más de una ocasión pensó en ir a morir allí, trasladando el significado del México Lindo y Querido por si no te vuelvo a ver, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí…
Era en esa playa que pensaba cuando caminaba rumbo al café de la Rue Sainte Anne en Quebec antes de entregársele a Sebastien, su inocente y puro amor del frio norte de las riveras del Saint Laurent.
sábado, 24 de mayo de 2008
The Sweetest Thing
El poder sentir los dedos hundiéndose en la arena produce en mi una sensación de paz espiritual que me es muy difícil lograr con frecuencia, y si esa sensación va acompañada a un buen vodka tonic , un Montecristo y un cielo estrellado con una luna llena de fondo es aun mejor.
Tres de los sentidos se unen; el tacto, el gusto y la vista para servir de puerta de escape al Jekill que todos llevamos dentro, y con el que en ocasiones resulta muy difícil convivir.
Nuestro Jekill (me rehúso a llamarlo doctor) se alimenta de todos nuestros temores, se nutre de las preocupaciones, se fortalece con las frustraciones y se dedica atormentarnos lenta y continuadamente, algunos nunca llegan a reconocerlo, otros le temen tanto que tratan de esconderlo entre fármacos y alcohol, otros mas afortunados como yo, tenemos un poco más de suerte y logramos exorcizarlo de nuestro cuerpo cuando ha jodido lo suficiente.
La soledad, la soledad de los desesperados la han llegado a llamar los poetas, quizás la misma que tantas veces Agustín Lara parió en sus composiciones, pero en fin, allí estaba yo, a los pies del Mar Caribe con un trago en la mano derecha, un cubano en la izquierda y un vacio en lo mas profundo del alma.
Una radio que probablemente callaba los sonidos coitales de una pareja en una pequeña carpa, ponía su canto cómplice a mi disposición y un operador de radio trasnochado no hacia si no telepáticamente captar todas las piezas que convertian aquello en un momento mágico, no parecia importarle si comulgaban con el resto de la audiencia, solo era para mi, o al menos así lo parecia.
Fue allí donde la vi por primera vez, y es una imagen que desde entonces se quedó en el portarretratos de mi memoria.
Debo confesar que me fije primero en Carmela, su desenfado me atrajo, fue la primera que me miró con una mirada que oscilaba entre lujuria y necesidad de ser amada, Adela surgió de la oscuridad solo segundos después y cautelosamente se refugió detrás de su prima.
Recuerdo haber intentado un saludo al estilo Guy Willians que debe haber salido lo suficientemente ridículo para que ambas estallaran en un mar de risas, no hubo más que hacer, a partir de allí solo el momento habló y desencadenó la liberación de unos y la tragedia de otros, Jekill se alejaba con una misteriosa sonrisa en los labios mientras le susurraba al trasnochado operador de radio la próxima pieza cómplice.
Tres de los sentidos se unen; el tacto, el gusto y la vista para servir de puerta de escape al Jekill que todos llevamos dentro, y con el que en ocasiones resulta muy difícil convivir.
Nuestro Jekill (me rehúso a llamarlo doctor) se alimenta de todos nuestros temores, se nutre de las preocupaciones, se fortalece con las frustraciones y se dedica atormentarnos lenta y continuadamente, algunos nunca llegan a reconocerlo, otros le temen tanto que tratan de esconderlo entre fármacos y alcohol, otros mas afortunados como yo, tenemos un poco más de suerte y logramos exorcizarlo de nuestro cuerpo cuando ha jodido lo suficiente.
La soledad, la soledad de los desesperados la han llegado a llamar los poetas, quizás la misma que tantas veces Agustín Lara parió en sus composiciones, pero en fin, allí estaba yo, a los pies del Mar Caribe con un trago en la mano derecha, un cubano en la izquierda y un vacio en lo mas profundo del alma.
Una radio que probablemente callaba los sonidos coitales de una pareja en una pequeña carpa, ponía su canto cómplice a mi disposición y un operador de radio trasnochado no hacia si no telepáticamente captar todas las piezas que convertian aquello en un momento mágico, no parecia importarle si comulgaban con el resto de la audiencia, solo era para mi, o al menos así lo parecia.
Fue allí donde la vi por primera vez, y es una imagen que desde entonces se quedó en el portarretratos de mi memoria.
Debo confesar que me fije primero en Carmela, su desenfado me atrajo, fue la primera que me miró con una mirada que oscilaba entre lujuria y necesidad de ser amada, Adela surgió de la oscuridad solo segundos después y cautelosamente se refugió detrás de su prima.
Recuerdo haber intentado un saludo al estilo Guy Willians que debe haber salido lo suficientemente ridículo para que ambas estallaran en un mar de risas, no hubo más que hacer, a partir de allí solo el momento habló y desencadenó la liberación de unos y la tragedia de otros, Jekill se alejaba con una misteriosa sonrisa en los labios mientras le susurraba al trasnochado operador de radio la próxima pieza cómplice.
viernes, 11 de abril de 2008
Adela
¡Coño pero que fastidio! fueron las primeras palabras del despertar de Adela aquel onceavo día de abril, Braulio la había despertado antes de las 08:00 nuevamente, ocho años de noviazgo eran de una eternidad que solo parecía proyectarse hacia el infinito.
Braulio en definitiva más que su novio era su marido, mantenían una relación casi incestuosa que se había iniciado desde la mediana infancia, mientras Petrica su mamá hacia las arepas y compartía los chismes con Inés, la mama de Braulio, en la vieja casona de Lagunetica, ellos jugaban a la casita, a la ere paralizada, a echarse cuentos de aparecidos y a asustarse cuando la neblina bajaba a golpe de seis. Braulio, un carajito de su misma edad desde los ocho años empezó a jugar al novio, llevando chucherías y corriendo por la casa hasta que las hormonas comenzaron su natural explosión.
Fue él quien estuvo presente el día que ella mancho por primera vez el pantaloncito blanco y desesperados sin saber que hacer lloraron juntos. Fue quien vio primero con sorpresa y luego con lujuria como sus pechos planos se transformaron en limones y luego en naranjas. Fue él quien lloró cuando ella le quito el habla cuando terminaron porque era un carajito sin desarrollarse. Fue él quien a los catorce empezó a celebrar meses cuando ella le dijo que lo aceptaba como novio. Fue él quien desgarró de golpe el virgo cuando Adela cumplió quince para después pasar un mes de agonía mientras a ella le venía la regla. Fue él quien poco a poco y con la complicidad abierta de Petrica, se quedó a dormir la primera noche, y luego la segunda y luego la tercera, para que a escondidas entre grillos y murmullos hacerle el amor como se lo habían contado sus amigos de la cuadra.
Fue Braulio quien desde muy pequeña la había hecho su mujer con el machismo torpe que aprendió de su papá, de su mamá y de la televisión. Adela le planchaba sus camisas del liceo, luego las del INCE, luego las de la fabrica cuando Braulio decidió dejar los estudios para trabajar de obrero en la fábrica de calcomanías de San Antonio de los Altos. Con Braulio celebró, bautizando con una botella de Vino Fresita los 325 metros cuadrados de terreno que le regaló Inés en el fondo de la casa para que construyeran su casita. Fue así como casi sin notarlo Adela pasó de niña a esposa, en una relación propia de telenovela pero en ocasiones asfixiante sobre todo cuando después del cuarto ron, Braulio se ponía posesivo o cuando le pedía que se quitara algún pantalón porque se veía muy provocativa. Una invitación de la prima Carmela, recién llegada del norte, a pasar unas noches en el apartamento de la tía en Puerto la Cruz fue el bálsamo que serviría para aliviar el peso de la rutina que le imponían los estudios en el colegio universitario y el jugar a la esposa de Braulio.
El permiso de los papas fue mil veces mas fácil que el de Braulio; que nada de andar rumbeando; que tu prima es una loca, que cuidado con el mar, que cuidado con lo que haces, que te voy a llamar todos los días, todo un teatro que llegó a su punto más alto cuando la acompaño a la estación del autobús y ella se despidió con un beso volado... Quizás el ultimo de amor puro y virginal
Braulio en definitiva más que su novio era su marido, mantenían una relación casi incestuosa que se había iniciado desde la mediana infancia, mientras Petrica su mamá hacia las arepas y compartía los chismes con Inés, la mama de Braulio, en la vieja casona de Lagunetica, ellos jugaban a la casita, a la ere paralizada, a echarse cuentos de aparecidos y a asustarse cuando la neblina bajaba a golpe de seis. Braulio, un carajito de su misma edad desde los ocho años empezó a jugar al novio, llevando chucherías y corriendo por la casa hasta que las hormonas comenzaron su natural explosión.
Fue él quien estuvo presente el día que ella mancho por primera vez el pantaloncito blanco y desesperados sin saber que hacer lloraron juntos. Fue quien vio primero con sorpresa y luego con lujuria como sus pechos planos se transformaron en limones y luego en naranjas. Fue él quien lloró cuando ella le quito el habla cuando terminaron porque era un carajito sin desarrollarse. Fue él quien a los catorce empezó a celebrar meses cuando ella le dijo que lo aceptaba como novio. Fue él quien desgarró de golpe el virgo cuando Adela cumplió quince para después pasar un mes de agonía mientras a ella le venía la regla. Fue él quien poco a poco y con la complicidad abierta de Petrica, se quedó a dormir la primera noche, y luego la segunda y luego la tercera, para que a escondidas entre grillos y murmullos hacerle el amor como se lo habían contado sus amigos de la cuadra.
Fue Braulio quien desde muy pequeña la había hecho su mujer con el machismo torpe que aprendió de su papá, de su mamá y de la televisión. Adela le planchaba sus camisas del liceo, luego las del INCE, luego las de la fabrica cuando Braulio decidió dejar los estudios para trabajar de obrero en la fábrica de calcomanías de San Antonio de los Altos. Con Braulio celebró, bautizando con una botella de Vino Fresita los 325 metros cuadrados de terreno que le regaló Inés en el fondo de la casa para que construyeran su casita. Fue así como casi sin notarlo Adela pasó de niña a esposa, en una relación propia de telenovela pero en ocasiones asfixiante sobre todo cuando después del cuarto ron, Braulio se ponía posesivo o cuando le pedía que se quitara algún pantalón porque se veía muy provocativa. Una invitación de la prima Carmela, recién llegada del norte, a pasar unas noches en el apartamento de la tía en Puerto la Cruz fue el bálsamo que serviría para aliviar el peso de la rutina que le imponían los estudios en el colegio universitario y el jugar a la esposa de Braulio.
El permiso de los papas fue mil veces mas fácil que el de Braulio; que nada de andar rumbeando; que tu prima es una loca, que cuidado con el mar, que cuidado con lo que haces, que te voy a llamar todos los días, todo un teatro que llegó a su punto más alto cuando la acompaño a la estación del autobús y ella se despidió con un beso volado... Quizás el ultimo de amor puro y virginal
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